SE cumple en este mes el cuadragésimo quinto aniversario de la coronación canónica de la Virgen de los Dolores. Acto multitudinario -la primera coronación en la ciudad- celebrado el 9 de mayo en la avenida Conde de Vallellano, frente al antiguo Hotel Córdoba Palace, por el que la Iglesia reconocía la tradición y devoción cordobesa a esta imagen. No en balde, la Señora de Córdoba es el «personaje» más popular de un enclave genuinamente cordobés, la Plaza de Capuchinos.
Capuchinos es la plaza por antonomasia de Córdoba, cuyo silencio, pulcritud, armonía y equilibrio, quieren representar nuestras mejores señas de identidad. «Rectángulo de cal y de cielo», en precisa definición del poeta Ricardo Molina, quien añade: «Ella, más que ninguna otra plaza de la ciudad, parece encarnar el celebrado silencio y la famosa soledad de Córdoba. En ciertos momentos del día y durante toda la noche, el visitante recibe la impresión de hallarse en el patio de un convento, de tal manera el ambiente es recogido e interior».
La plaza tiene como preludio o epílogo, según se mire, otros dos lugares emblemáticos de Córdoba: la plaza de las Doblas, donde se asoma el palacio de los marqueses de Valdeflores, de estilo neoclásico y frontón curvo, y la cuesta del Bailío, desnivel bellísimo por el que se pasa de la antigua Villa a la Ajerquía entre fuente de agua, espadaña, portada nobiliaria, paredes de cal y buganvillas.
Ya en la plaza, losas de granito gris y empedrado constituyen su suelo y en el centro, el Cristo de los Faroles, plantado desde 1794 como un paso de Semana Santa inmóvil. Es obra de Juan Navarro León y en los años veinte del pasado siglo se le añadió la actual verja. A la plaza se asoman las fachadas de la iglesia del Santo Ángel -el edificio más antiguo de la plaza- de los padres Capuchinos y la del Hospital de San Jacinto, cuya pequeña iglesia es un relicario que alberga a la Virgen de los Dolores.
El convento de los Capuchinos se fundó en 1629. Franceses y desamortización provocaron grandes deterioros en él, sin embargo, los esfuerzos del padre Valenzuela permitieron el retorno en 1905 de los frailes a su casa. El interior alberga la imagen de la Virgen de la Paz y la Esperanza, obra de Martínez Cerrillo, significativos nombres para la titular de la hermandad fundada en 1939 por excombatientes de la Guerra Civil. La cofradía, de fuerte peso y actividad, ha dado renovada vida a la iglesia de Capuchinos.
La iglesia hospital de San Jacinto comienza a construirse en 1710 y se concluye en 1728. Su fachada es austera, apenas interrumpida por sus dos portadas gemelas. La nombra ampliamente Ramírez de Arellano en sus «Paseos por Córdoba». Allí se establece la hermandad de la Virgen de los Dolores, fundada en 1699 como Orden Tercera Servita, recogiendo la multisecular devoción cordobesa por los dolores de María. En 1717 está documentada ya la presencia de esta hermandad en la Semana Santa.
La talla de la Virgen de los Dolores es obra de Juan Prieto en 1719, con corona en plata dorada de Peidró (1940) que la enriqueció para su coronación canónica en 1965. La devoción de Córdoba a Nuestra Señora de los Dolores es inmensa y se refrenda en las largas colas para visitarla cada Viernes de Dolores, en los numerosos nazarenos y fieles que la acompañan el Viernes Santo y en el incesante goteo diario de visitas a su iglesia.
Así concluye la letanía que para ella escribió Pablo García Baena: «Reina enlutada de los servitas. / Reina descalza de las calladas penitencias. / Reina del duelo en el Viernes de la Tristeza. / Reina dolorosísima que lloras implorante por nuestro destierro, / danos un día la ciudad eterna de tu Hijo, / la almenada ciudad de Dios que será otra Córdoba celeste. / Madre coronada de Córdoba atiéndenos. / Corazón de Córdoba escúchanos. / Señora de Córdoba óyenos y llegue nuestro clamor a Ti».
JUAN JOSÉ PRIMO JURADO
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