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Fernando Fernández de Córdova, con Don Juan Carlos y Doña Sofía, en 1964, en una visita |
Si hubiera un apartado de cofrades en el libro Guinness de los récords, un cordobés aparecería más de una vez y por distintos motivos. Había nacido de noble familia —nada menos que descendiente directo del Gran Capitán—, gozaba del privilegio, ya olvidado, del «doble de cepa», del que no se hizo uso cuando falleció el 16 de mayo de 1992, pronto hará dos décadas. Se llamaba Fernando Fernández de Córdova y Martel, había nacido el 24 de abril de 1898 y vivió en un lugar tan cordobés como la casa de Góngora, en la calle Cabezas.
Don Fernando llenó medio siglo de la historia de Córdoba, principalmente a través de su vinculación con la hermandad de los Dolores y con la Agrupación de Cofradías; pertenecía desde su nacimiento a la cofradía de la Señora de Córdoba, en cuya junta de gobierno entró como secretario en 1935; fue elegido hermano mayor en 1938, justo el mismo día en que se bendijo el conocido mosaico de azulejo del Bailío. Nada tendría de particular este dato si no fuera porque como hermano mayor permaneció, ininterrumpidamente, hasta 1987, es decir, 49 años seguidos. Primer récord.
En su larga etapa asistió al resurgir de la Semana Santa cordobesa comenzado en 1937, y a dicho resurgir contribuyó con su presencia en el grupo fundacional de la Agrupación de Cofradías, que puso en marcha y de la que fue primer presidente en 1944. Este cargo le duró un año, pero repetiría en 1949 —otro año— y en 1959, ya con un trienio de duración, hasta 1962; en este último mandato conoció el intento de llevar la carrera oficial a las inmediaciones de la Catedral y contempló el inicio de una etapa decadente. Pero ha sido el único presidente de la Agrupación que ha ocupado el cargo en tres ocasiones diferentes. Segundo récord.
Coronación canónica
No paró ahí. Su devoción a la Virgen de los Dolores, su amistad con el obispo Fernández-Conde y los buenos oficios de éste en la Secretaría de Estado del Vaticano hicieron posible, en menos de un año, la coronación canónica de la Señora de Córdoba: fue la primera imagen mariana de la ciudad que recibió este privilegio concedido por un Papa, concretamente Pablo VI. Fue el 9 de mayo de 1965 y quienes lo vivieron recuerdan la jornada como «uno de los días grandes de Córdoba». Miles de personas se congregaron en la entonces llamada glorieta de los Alféreces Provisionales, ante el desaparecido Hotel Córdoba Palace, para presenciar el pontifical presidido por el arzobispo de Sevilla, cardenal Bueno Monreal, y al que asistieron las más altas autoridades de aquel tiempo. Tercer récord.
Pero los tiempos iban cambiando. El posconcilio empezaba a hacer de las suyas en la Iglesia y la hermandad tuvo la mala suerte de pasar tres años (1968, 1969 y 1970) sin salir a causa de la lluvia, que impidió una salida extraordinaria prevista para mayo de 1970 por el XXV aniversario de la Agrupación de Cofradías.
Mantuvo siempre los criterios cofrades propios de su generación y su hermandad. En una entrevista del «Patio Cordobés» de la Semana Santa de 1968, tenía que aportar sus argumentos para defender por qué la Virgen de los Dolores no lleva palio, y varios años después, en el «Alto Guadalquivir» de 1985, todavía consideraba una «ruptura con la tradición y la legalidad» que no se colocara «el paso de Nuestra Señora de los Dolores (Soledad en la tarde del Viernes Santo) siguiendo al Santo Sepulcro y cerrando la comitiva fúnebre las primeras autoridades de la ciudad». Es decir, pretendía que el paso de la Urna y su hermandad formaran parte de la comitiva entre el Cristo de la Clemencia y la Virgen de los Dolores.
Con la década de los 80 las cofradías viven el llamado «boom» de los hermanos costaleros, y este movimiento llega a la hermandad de los Dolores. Don Fernando se muestra reticente en un principio, y acepta con una dura condición: que primero lleven costaleros al Cristo de la Clemencia durante dos años, y el tercero , ya en 1983, sería, por fin, la Señora de Córdoba la que «andaría» sobre costales y trabajaderas, después de muchas décadas con ruedas.
Para la Virgen
Los años pasaban, pero don Fernando era continuamente reelegido hermano mayor. Dejó el cargo en 1987, aunque siguió acompañando a su queridísima Virgen hasta el mismo año de su muerte, si bien había tenido que dejar de vestir —con gran dolor por su parte— la túnica nazarena, por razones de salud, cuando tenía 88 años. Cuarto y último récord.
Recibió múltiples homenajes a lo largo de su vida, pero él siempre desviaba la atención y las dedicatorias hacia la titular de la hermandad, Nuestra Señora de los Dolores. El actual hermano mayor de la corporación, Juan José Jurado, lo recuerda «no sólo como un referente histórico de la cofradía sino, para mí, una especie de padre que me acompañó desde mi llegada a la corporación, cuando aún vestía pantalón corto».
Antonio Varo
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