No es un día más. La estampa anuncia, de alguna manera, el próximo comienzo de la Semana Santa. Más en Córdoba, donde la imagen refleja también, mucho más, una especial devoción. A las puertas del templo, largas colas se dibujan; colas que ocupan buena parte de la plaza. En Capuchinos, bajo un cielo de claro azul, no son pocos los que aguardan el momento de atravesar el vano de una iglesia en cuyo interior en esta ocasión el ambiente es distinto.
Son quienes desean visitar, y por supuesto venerar, a Nuestra Señora de los Dolores. Lo hacen en su día, que en modo alguno lo es para, como el primer viernes de marzo, para toda la ciudad. Es Viernes de Dolores. En San Jacinto, a cada instante, se cuentan por decenas, quizá por centenares, todas aquellas personas que ante la imagen quieren estar.
Transcurre como cualquier otro, pero de diferente forma. La hermandad de los Dolores vive ya su Año Jubilar, concedido por el Papa Francisco con motivo del cincuentenario de la coronación canónica de la Virgen, que en su camarín espera la visita de su ciudad. Del mismo modo, la del Obispo de Córdoba, que como cada año, tal y como marca la tradición, oficia la celebración litúrgica del día en que, todos ya lo sienten, la Semana Santa está a las puertas.
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