La Virgen es la protagonista de la celebración de los 50 años de su coronación canónica. La Virgen, su devoción y todas las oraciones que ha recibido. Pero en el territorio de la pequeña historia, para muchos fue el día en que volvió a llevar el rompedor, festivo y siempre extraordinario manto de las palomas, una pieza histórica para las cofradías cuya historia merece la pena contar.
Domingo de Ramos, 3 de abril de 1898, eran las cinco de la tarde y se ponía en marcha la procesión extraordinaria que no tenía otro objetivo que lucir el glorioso manto de las Palomas, cuya financiación y ejecución corrió a cargo del capellán Ángel Redel; el bordado fue labor de sor Catalina del Espíritu Santo y Rafaela Barbudo. Costó casi 10.299 reales con 48 céntimos de la época y en él se invirtieron 18 meses de trabajo y utilizaron 133 onzas de oro con 15 adarmes en hilo de oro.
Llamó la atención su color, un azul celeste algo aturquesado. Supuso un fuerte impacto entre la sociedad cordobesa de entonces. La dolorosa de San Jacinto, obra de 1719, se desvinculaba de su luto, tan barroco y español. El negro daba paso en este manto, el más venerado entre los ajuares cofrades de esta tierra, al azul con saya compañera en color rojo, los dos tonos más utilizados en la iconografía mariana a lo largo de la historia del arte.
El estreno del majestuoso manto de las Palomas, en 1897, generó cierta controversia, sí, pero al final resultó ser muy bien acogido por la Córdoba ferviente de la época. Aplaudida fue la idea del sacerdote Redel de crear un nuevo manto que la Señora de Córdoba llevase en el septenario glorioso de septiembre y en las procesiones extraordinarias, porque su carácter no era apropiado para el Viernes Santo. Desde entonces se utilizó cada mes de septiembre y en otras salidas de la Virgen, como las que protagonizó algunos Domingos de Ramos fuera de la procesión oficial del Santo Entierro el Viernes Santo.
Con historia
La pieza histórica, cuyo nombre se debe al elemento ornamental más destacado de su exquisito bordado y que ya no tiene su terciopelo original –en la restauración de 1965 se pasó a uno más oscuro y de peor calidad–, lució sobre los hombros de la Señora de Córdoba el día de su Coronación Canónica, el 9 de mayo de 1965.
Luego, se recuperó para la celebración del 25 aniversario de su coronación y también la vistió ayer, en el día de la celebración del 50 aniversario, luciendo hermoso junto a sus faldones a juego. Los cofrades cordobeses no disfrutaban de la suntuosidad del manto de las Palomas desde septiembre de 1999, cuando la cofradía celebró en la Catedral el tercer centenario de su fundación.
El manto, desde su creación a finales del XIX, se ha convertido en una especie de «musa» para los poetas, que desde sus versos han encumbrado, con mil y una rima, la destacada pieza del ajuar de la dolorosa servita. Su estado de conservación ahora es delicado pero no pierde carácter y arraigo, y se le pone siempre para los cultos del mes de septiembre.
R.C.M. - Abc Córdoba - enlace a noticia
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