domingo, 10 de mayo de 2015

Tras el solemne pontifical celebrado en la Catedral, la Virgen de los Dolores recorrió en procesión gloriosa el centro de la ciudad ante cientos de cordobeses que se echaron a la calle para acompañarla en día tan especial

La hermandad de los Dolores volvió ayer a hacer historia. A las 19.30 horas de la tarde daba comienzo en la Catedral el solemne pontifical de acción de gracias por el cincuenta aniversario de la coronación canónica de la Virgen de los Dolores.

La Nova Schola Gregoriana entonaba el canto de entrada ante los cientos de cordobeses que se dieron cita en el primer templo de la diócesis para recordar aquel 9 de mayo de 1965 cuando la ciudad coronó a su "Señora", como recalcó ayer el obispo en una extensa homilía donde también tuvo un especial recuerdo a todas aquellas personas que participaron hace cincuenta años en los actos de la coronación de la Virgen de los Dolores y hoy "ya se encuentran junto a ella".

Demetrio Fernández invitó a todos a participar en la procesión de regreso. "Que esta sea un río de gracia para todos lo que se acerquen a ella". Para concluir deseó que la Virgen de los Dolores "siga bendiciendo a la ciudad de Córdoba".

Tras la eucaristía se comenzó a formar la procesión de regreso, que inició su caminar 15 minutos después del horario previsto. Así a las 21.15 horas la artística cruz de guía de la cofradía se abría paso en un Patio de los Naranjos repleto de gente pendiente de que la Virgen, que ya se vislumbraba en la capilla de Villaviciosa de la Catedral, apareciera por la Puerta de las Palmas.

Delante de su paso se pudieron ver distintas hermandades invitadas, así como una amplia participación de cofradías de los Dolores de la provincia que junto a un gran número de hermanos de los Dolores formaron un extenso cortejo que precedió a la Virgen en su glorioso caminar.

A las 21.35 horas la Virgen de los Dolores ya se encontraba enmarcada en la Puerta de las Palmas. Se hizo el silencio, el capataz dedicó esta primera levantá al pueblo de Córdoba, las campanas de la Catedral tocaban a gloria, la marcha real. Y ya era una realidad, la Virgen de los Dolores estaba con los suyos entre la gente que le aplaudía mientras la banda de Nuestra Señora de la Estrella entonaba la marcha Corpus Christi y mientras la Virgen ya se alejaba buscando la Puerta del Perdón.

La Dolorosa de San Jacinto lució impecable con un ajuar réplica del que lució hace cincuenta años. De este modo, llevaba el manto azul de las Palomas que siempre ha lucido la Virgen en procesiones fuera de Semana Santa y con un carácter glorioso como el de ayer.

Sobre su cuerpo la saya blanca, conocida como la del Espíritu Santo, y sobre sus sienes la dorada corona que el arzobispo Bueno Monreal colocó en aquel 9 de mayo ante la mirada expectante de miles de cordobeses.

Su paso, que lució el nuevo llamador regalo de sus costaleros, iba exornado con flor blanca y con un toque violáceo a base de astromelia color malva.

Así comenzó su caminar por las calles de la ciudad ante la mirada de cientos de cordobeses que una vez más se echaron a la calle par acompañarla en este especial día.

Se vivieron intensos momentos por calles como Deanes o Conde y Luque donde el paso de la Virgen de los Dolores llegó a los sones de la marcha Amarguras, interpretada solemnemente por la banda de la Estrella, mientras una leve petalada de flor blanca caía sobre la delicada figura de la Virgen. “¡Viva la Virgen de los Dolores! ¡Viva la Señora de Córdoba!, ¡Viva nuestra Madre!”, gritaba una emocionada señora desde un engalanado balcón poco antes de que el paso de la Virgen abandonara la calle Conde y Luque.

Sin pausa pero sin prisa la Virgen dejaba la estrechez de las calles de la Judería para llegar al centro de la ciudad por las calles Blanco Belmonte y Ángel de Saavedra, calles engalanadas con
banderas de España con lemas como Madre de los Servitas y Orgullo de nuestra ciudad, enclaves
donde entre el aplauso de la gente brotó hasta una saeta dedicada a la Virgen.

A estas horas de la noche ya había gente esperando por la zona de San Miguel, donde distintas colgaduras esperaban a la Virgen de los Dolores en su regreso triunfal a la plaza de Capuchinos, a su capilla de la iglesia de San Jacinto. Acababa así la gran noche de la Virgen de los Dolores, el punto álgido de la celebración de ese acontecimiento que tuvo lugar hace cincuenta años como culmen de la devoción que desde siglos la ciudad ha profesado a la Virgen de los Dolores. Pero todavía quedan días intensos para vivir alrededor de la Dolorosa de San Jacinto como
el besamanos extraordinario que se celebrará el próximo fin de semana en la iglesia de San Jacinto, concretamente los días 15, 16 y 17 de mayo y donde la Virgen de Dolores como hace cinco años estará aún más cerca que se pudo ver ayer, a la altura de la mirada.

Así, el próximo fin de semana será el mejor momento para, ya en la intimidad de su iglesia, ya entre los suyos, los de cada día, recordar todos los instantes que ayer se vivieron en torno a Ella, la Dolorosa de las largas colas cada Viernes de Dolores en Capuchinos, de largas filas de promesas cada Viernes Santo cordobés, la que por siempre será la dolorosa por excelencia de nuestra ciudad,
simplemente la Señora de Córdoba.

F. Mellado - Diario Córdoba - enlace a noticia
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