sábado, 16 de mayo de 2015

Como cada cinco años la imagen de la Virgen está expuesta en besamanos.
No era Viernes de Dolores, sin embargo ayer la plaza de Capuchinos tenía un especial trasiego de gente que entraba y salía de la iglesia de San Jacinto.

Y es que como cada cinco años Nuestra Señora de los Dolores coronada estaba expuesta a la veneración de los fieles en besamanos. Una de las pocas ocasiones que se tienen de ver a la Señora de Córdoba tan cerca.

"Si es que parece que te está mirando", decía Concha, una octogenaria mujer, mientras contemplaba a la Virgen. "Me ha costado llegar pero desde que me enteré de que la Virgen iba a estar en besamanos le pedí a mi hijo que me trajera, quién sabe si es la última vez que la veo tan cerca", concluía la señora, sin dejar de mirar a la Virgen, mientras apretaba con fuerza una estampa que le habían dado en la mesa petitoria instalada al final de la iglesia.

Pero Concha solo es una muestra de los cientos de personas que ayer se postraron ante la Virgen de los Dolores, que lució en el presbiterio de la iglesia de San Jacinto escoltada por dos centros de rosas blancas y luciendo el manto negro bordado por las madres Adoratrices de la ciudad, conocido como el de los dragones . Sobre sus sienes la corona de Rafael Peidró realizada en 1940 y remozada para la coronación canónica. Mientras que el pecho lo lució cubierto con su característico joyel, un conjunto ofrendado a la Dolorosa a lo largo de los siglos.

Un besamanos, que continuará hoy y mañana, y que viene a coincidir con las bodas de oro de la coronación canónica. Así, ayer al contemplar a la Virgen en la intimidad de su iglesia, era conversación común el recuerdo de los intensos momentos vividos días atrás cuando la Virgen llegó a los conventos de la ciudad o cuando entre una inmensa muchedumbre cruzó el Arco de las Bendiciones de la Catedral iniciando la procesión gloriosa de regreso a su templo.

Son días de estar con la Virgen, de darle gracias, de poder ver de cerca la belleza de su rostro, la ternura de sus ojos o la finura de sus manos. Unas manos, las de la Virgen de los Dolores, que tras experimentar la sensación de besarlas costará trabajo volver a esperar otros cinco años.

F. Mellado - Diario Córdoba - enlace a noticia
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